Nuestra calle tiene un problema
3 de julio
Nuestra calle tiene un problema. Se llama Paco. Su padre es de los que no deja que nadie asome ni la nariz fuera de su casa. ¿ Que quiere jugar con el balón en la calle? No pude. ¿ Ir a tomar helado? Tampoco. ¿Comprar estampas en la esquina? Ni pensarlo. Pobre. Paco parece un prisionero de guerra. Un pistolero de esos que viven la vida detrás de las rejas. Nunca puede hacer nada. Se queda en casa pálido, chupándose el dedo. Da tristeza ver a una persona así. Nosotros jugando con el balón la tarde entera u él asomado a la ventana.
La pandilla jugando a los policías y ladrones y él allá. Para Paco el domingo es un día de ir a comer a casa de su abuela. Van él, la mamá, el papá y la sangrona de su hermana, Tere, esa cuatro-ojos que se la pasa mojándonos con la manguera. Salen todos peinados, perfumados y engomados. Paco con copete y calcetas blancas hasta las rodillas. Entran al carro y se van, dejando a la calle entera boquiabierta. La casa de paco es muy bonita y su familia superelegante. Só que su papá es una furia.
Igual al papá de Lulú que antes vivía aquí y que se mudó el fin de año a Cuernavaca. El papá de Lulú era tan enojón, tan enojón, tan enojón que parecía un dóberman. Un día pegamos en la puerta de su casa un mensaje en código secreto:
¡Cuida do no entrepa pama loto queeltim bre!
¡Caramba! ¡Se armó un lío! Castigaron a todo el mundo, a la calle entera, porque nadie acusó a nadie. (…).